Hernández y Moguel: dueto relámpago para Barreteras

El rayo y el trueno son las dos caras asociadas a la caída de un relámpago: el primero es veloz e ilumina todo a su alrededor, el segundo es poderoso y estremece todo a su paso. Son elementos complementarios de un fenómeno espectacular. Con un poco de suerte, un buen equipo de baloncesto usa relaciones complementarias parecidas a ésta para construir su camino al éxito.

Esta temporada llegaron a Barreteras dos novatas que ofrecen una combinación rayo-trueno. Jéssica Hernández es la velocidad encarnada, derrocha energía en cada momento que pasa en la cancha e ilumina las acciones del equipo con su talento. Mónica Moguel es toda poder, capaz de estremecer las defensas rivales con su capacidad anotadora en la pintura y su dominio de las tablas. Juntas son un complemento que promete grandes cosas para el conjunto zacatecano, especialmente porque llegan con excelentes antecedentes de su calidad.

 

Años mozos

Jéssica, desde su infancia en Cuautla, Morelos, siempre fue una niña apasionada por el deporte, pero su pasión inicial no estaba en el baloncesto. Cuando estaba en primaria su vida estaba en el fútbol, pero su papá temía que la fueran a lastimar y se opuso a que siguiera en el deporte de las patadas. Ella misma recuerda: “Estuve un rato en vóley, luego en atletismo, y así tocando varios deportes hasta que llegué al baloncesto y con el tiempo ahí encontré el amor conforme tuve la oportunidad de salir a competir”.

Y es que, a pesar de que llegó relativamente tarde (en segundo de secundaria), su gran energía pronto la hizo destacar para ser convocada a la selección de su estado. Los resultados en la cancha se reflejaron en múltiples ofertas de becas para cursar el bachillerato en Cuernavaca. o incluso en otros estados, pero Jéssica es familiar en esencia y prefirió quedarse cerca de casa; prefirió tener en todo momento el apoyo de sus padres María Elena Vázquez y Jerónimo Hernández, así como sus hermanos mayores Daniel y Alberto.

Su decisión no fue mala, en absoluto, aprovechó el calor de hogar para seguir creciendo y destacando como una dinámica jugadora. A tal grado que, desde su último año de prepa, Erick Martin intentó llevársela a Puebla; iniciativa que no fructificó al momento, pero se convirtió en semilla para su futuro universitario.

Claro que, mientras esto ocurría en Morelos, otra carrera sobresaliente se estaba gestando en el estado de Chiapas. Al seno de la familia formada por Martha Farrera y Erelín Moguel, en Tuxtla Gutiérrez, llegó una niña que heredó el gen deportivo de una madre nadadora y un padre basquetbolista. Tal era la pasión de la familia que, incluso antes de nacer y durante toda su infancia, los fines de semana Mónica estaba apoyando a su papá en los partidos que jugaba.

Sus primeras experiencias como jugadora, en un club al que entró con su hermana menor, no la engancharon por completo por lo que ella quiso practicar taekwondo (otro deporte que había practicado su papá) pero nunca le hicieron caso. Tiempo después vino una nueva oportunidad, con otro equipo de baloncesto, que resultó la definitiva. Al poco tiempo de empezar a entrenar, llegó la oportunidad de participar en un estatal y, destacando inmediatamente por su estatura, la llevaron como refuerzo. Aunque al inicio se llevó algún codazo, que casi la hace salir corriendo de la cancha y del deporte ráfaga, se mantuvo para empezar a saborear beneficios del baloncesto:

“Lo que me hizo quedarme en el basquetbol fueron las amistades que se empezaron a formar. Desde que llegué siempre entrené con las mismas, así que se empezó a hacer una hermandad muy bonita. Y eso fue lo que me gustó.” Nos dice Mónica.

Claro que no sólo se desarrolló hermandad y cariño, gradualmente fue creciendo el talento de una joven que mostraba su instinto para dominar en la pintura. Tal era su habilidad que cuando iba a ingresar a la preparatoria participó en un tryout en Puebla, con más de 100 jugadoras, y se quedó entre las tres elegidas al final. La sorpresa fue que los entrenadores la eligieron creyendo que ya iba a la universidad, su nivel iba prácticamente adelantado tres años.

Al igual que Jéssica, Mónica eligió quedarse cerca de casa para estudiar y jugar durante el bachillerato. Pero durante este periodo nunca dejó de ser reclutada por el entrenador Alberto Alegría, que estaba convencido de llevarla a Puebla y acabó poniéndola en el camino en que habrían de coincidir el rayo y el trueno.

 

Crónicas poblanas

A Mónica le tocó la nada sencilla misión de llegar a un equipo de la Universidad Madero que acababa de ser campeón. Pero recuerda que encajó bien desde el principio: “Las chavas se portaron muy bien conmigo, me arroparon ´cañón´ y me sentí muy bien con el equipo. Se entrenaba súper fuerte, al grado que en después de los entrenamientos cuando ya jugábamos, en los partidos parecía que nos aventaban flores.”

Con los cambios de camada el equipo perdió algo de talento y, aunque nunca se dejó de participar en los 8 grandes, la UMad dio un pequeño bajón respecto al nivel previo. Claro que, a la par, Moguel se consolidaba como un pilar para los éxitos futuros del equipo; los cuales vendrían de la mano de una jugadora que es ´una bala´ (como dice Mónica) pero que tomó un trayecto un poco más largo para encontrarse con ese equipo.

Erick Martin, exjugador profesional, y entrenador de la Universidad de las Américas en Puebla, conoció a Jéssica desde que estaba en la prepa y se encargó de llevarla a jugar a la ciudad de los ángeles. La transición de una ciudad y una escuela pequeñas, a una urbe de mayor tamaño y una universidad también enorme, fue todo un desafío pero que Hernández siempre estuvo dispuesta a encarar. Desafortunadamente, las cosas no se dieron tan bien en la cancha y la falta de tiempo de juego acabó por llevarla a cambiar de horizontes.

Aún no sabía a dónde iba a ir, pero ya estaba decidida de encontrar un nuevo espacio, cuando llegó un campeonato nacional en que representó a Morelos. Ahí, como buen rayo, brilló con luz propia a tal grado que varias universidades llegaron a, como ella dice, “hablarle bonito”. De ahí ya estaba decidida a irse a estudiar y jugar a León, pero fue una idea que no le agradó mucho a su familia (que quería tenerla más cerca y en una universidad de primer nivel). La instaron a hacer pruebas y ver que le ofrecían en la Universidad Madero.

A pesar de que ella con la mente puesta en León, un día su mamá llegó con una noticia increíble, como recuerda la menuda jugadora: “Me dijo: ´vas a estudiar en el Madero. Ya lo decidimos todos.´ Y yo, ´pero yo no decidí´. Entonces me dijo que probara un semestre, aprovechar que quedaba cerca.” La influencia familiar resultó persuasiva y acabo ingresando a la universidad poblana.

Sus compañeras no esperaban a Hernández con mucha ansia inicial, comenta Moguel: “Nos dijeron que iba a venir una chica de la UDLAP, y comentamos ´Ay, no, ¿a quién van a meter? ´ Pero yo nunca la había visto jugar. Me acuerdo que llega y empieza a entrenar, y rápido hicimos buena química adentro de la cancha.”

Al inicio Jéssica se instaló en la casa del equipo, donde ya estaba Mónica, pero no hubo una dinámica tan cercana. Pero después del semestre de ´prueba´, y de que decidiera quedarse, la cambiaron de habitación para convertirse en ´roomie´ de Moguel.

A partir de aquí se complementó la velocidad del rayo (Hernández) y el trueno (Moguel) para dar excelentes dividendos sobre la duela, mientras florecía una amistad maravillosa que -sin sospecharlo-, las habría de acompañar más allá de sus años universitarios.

Nos comenta Jéssica: “En cancha nos llegamos a entender muy bien. Moni ni siquiera me tiene que gesticular con todo el cuerpo, sólo con la mirada yo sé para donde tengo que darle el balón. O logramos ciertas señas, con esto (se toca el cabello) ella ya sabe que tiene que subir a ponerme una pantalla. A ese grado llegamos en cancha, porque teníamos tanta convivencia. Siempre que alguna tenía un problema, ahí estaba la otra.” Y complementa Moguel: “La veía mucho más que a mi familia, convivíamos 364 días del año. Imagina a qué grado nos llegamos a acercar.”

 

Distancia y reencuentro

Claro que no todo fue miel sobre hojuelas. En el último año de carrera de Mónica, Jess sufrió una fuerte lesión que la marginó de las canchas por un buen tiempo y por poco terminaba con su trayectoria deportiva. Y justo en ese momento tan duro para ella, Mónica tomó una decisión que le cayó como balde de agua helada: se fue a CETYS Universidad, en Tijuana, a realizar estudios de maestría. Por si esto fuera poco, el último día de Moguel en Puebla tuvieron un malentendido que acabó de darle un mal sabor de boca a la separación.

Así, las jugadoras y amigas que otrora fueran inseparables terminaron por distanciarse física y emocionalmente. Después de estar acostumbradas a platicar durante horas, se redujeron a interacciones mínimas a través de redes sociales.

A partir de ahí, en paralelo, las chicas siguieron con su camino. Hernández recuperó el ánimo, y su espíritu de rayo, para cerrar con gran nivel su carrera universitaria en la UMad. Por la pandemia, Mónica no tuvo mucha oportunidad de jugar con CETYS, pero culminó sus estudios de posgrado para seguir avanzando en su formación profesional.

Claro que una amistad tan fuerte no podía perderse de forma tan fácil. A inicios de este año tuvieron una pequeña interacción, también a través de redes, que les ayudó a limar asperezas para cerrar ciclos y dejar los problemas atrás. En paralelo, sin que ninguna supiera la situación de la otra, los directivos de Barreteras las contactaron para buscar traerlas a Zacatecas para realizar su debut como profesionales.

Mónica narra cómo se enteró que podría volver a jugar con su maravilloso complemento: “Yo estaba muy nerviosa en casa, justo antes de irme. Pensando que no conocía a nadie en el equipo y la ciudad. Hasta que me llegó un mensaje de Alex (Rivera, Director Deportivo del Equipo) en que me dijo: ´No sabía que te llevabas con Jéssica´. Y yo toda feliz, cuando me di cuenta voltee con mi mamá y le dije ´No manches, va a jugar conmigo Jéssica´. Toda mi familia la ama, ya te imaginas cómo se emocionaron.”

A partir de ahí le marcó a Jéssica y desencadenó otra reacción de felicidad en Cuautla:

“Yo estaba a punto de irme a Mérida a la maestría, pero antes de resolver me contactaron para venir a Zacatecas y me encantó la oportunidad. Tampoco sabía nada de con quién iba a jugar. Y fue cuando me llamó Moni, e igual me sentí más que contenta y toda mi familia se puso muy emocionada.”

Y narra la propia Jéssica el momento del reencuentro: “Yo estaba en la cocina, cenando, cuando entró. Nos abrazamos y fue chistoso porque, después de casi todo el tiempo de pandemia sin hablarnos, nos encontramos y al día siguiente 10 horas hablando.”

Claro que la reconexión no sólo fue un tema de amistad, pronto ya estaban juntas de nuevo en la cancha y reencontraron su química como si el tiempo no hubiera pasado. A pesar de ser jugadoras jóvenes, novatas en la LMBPF, ya se han establecido como un poderoso relámpago; con ese complemento de efectividad perimetral (rayo) y poder en la pintura (trueno) que ya da de qué hablar, con condiciones para darle muchas satisfacciones a la afición zacatecana. Y es que si algo demuestran estas chicas es que, con su talento y amistad, nadie las puede parar.

 

13 preguntas, para conocer a nuestras jugadoras a través de sus cosas favoritas.

 

Jéssica Hernández

  1. Color: blanco y rosita
  2. Comida: ensalada de salmón
  3. Postre: helado
  4. Pasatiempo: ir al cine, de shopping, leer
  5. Libro:
  6. Música: rock, pop, urbano
  7. Programa de TV: The Walking Dead, Atypical, Game of Thrones
  8. Marca de teléfono: Apple
  9. Placer culposo: las memelas
  10. Equipo NBA: Warriors
  11. Ciudad: Mérida
  12. Tenis: Kobe
  13. Modelo a seguir: mi familia

 

Mónica Moguel

  1. Color: salmón o rosita melón
  2. Comida: pizza de pepes
  3. Postre: frappé de oreo
  4. Pasatiempo: platicar
  5. Libro: El monje que vendió su Ferrari
  6. Música: reggae (Dread Mar I)
  7. Programa de TV – no veo tele, jajaja
  8. Marca Teléfono: Oppo Reno 5
  9. Placer culposo: comer mal
  10. Equipo NBA: Heat
  11. Ciudad: Santorini
  12. Tenis: LeBron
  13. Modelo a seguir: Mis padres y mi familia